sábado, 31 de mayo de 2008

Lost

En el último disco solista de John Lennon, Double Fantasy, de 1980, aquel que contiene media docena de hits y un par de abracadabrantes canciones ¿tecno-punks? de Yoko Ono, el ex beatle incluyó un tema dedicado a su hijo llamado “Beautiful Boy (Darling Boy)”. Allí, espetó para la posteridad una frase con destino de señalador: “La vida es eso que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”. A partir de la serie Lost, la frase se ha reformulado: “La vida es eso que pasa mientras estás ocupado bajándote Lost, mirando Lost y, luego, esperando que llegué la nueva temporada de Lost”. Una de las cosas que más me atrae de la serie es que todo intento de intelectualización de lo que allí sucede explota en mil pedazos, como sugiere Fabián Casas en el cuento “Casa con diez pinos” sobre la canción de Manal: “¡Toda la filosofía especulativa del mundo se hace trizas frente a la letra de esta canción! ¡Vayan a laburar Kant, Hegel, Lacan y demás enfermos mentales! ¡Ahora sí que funciona la martingala cerebral!”. Es así que ver Lost (especialmente el último capítulo de la temporada de Lost) se transformó en el equivalente a ver la final de la Copa Libertadores que “Aruba” Plate me niega desde hace años. Mi fascinación no tiene un límite preciso. Cuando alguno de mis personajes favoritos hace algo bien (Locke, Desmond), cuando Ben echa a rodar su malicia infinita, cuando Kate no se decide entre Jack y Sawyer, por poco, estoy a punto de gritar un gol. La razón por la cual las notas sobre Lost en los medios no agregan nada es porque lo único que se puede hacer ante la serie es verla: los que escuchan las características de la misma a través de terceros (humito negro dando vueltas, apariciones, milagros, desfasajes en el espacio temporal, Otros) no dudan en burlarse observando en esos atributos una mezcolanza desatinada entre Expedición Robinson, El Señor de las moscas y Náufrago. Lo peor de todo es que están en lo cierto... but I like it” . Es sólo “ciencia ficción + drama + comedia + aventura + acción + telenovela + literatura” pero me gusta. Como era de esperar desde el primer episodio de esta corta temporada, la trama de la misma se centró, principalmente, en dos interrogantes básicos: por un lado, cómo y por qué salieron de la Isla los 6 de Oceanic y, por otro, quién es el cadáver que yace en el ataúd que Jack visita en el último capítulo de la tercera temporada. Fabulosamente, los escritores de la serie lograron mantener las incógnitas hasta esta una hora veinte final matizando la espera con una catarata de capítulos geniales, de los que quizás se destaque el número 5, “La constante”, aquel en el que Desmond queda atrapado en una encrucijada física para luego ser salvado por Penny y un teléfono rojo. A diferencia de la segunda y tercera temporada, la brevedad de la cuarta no permitió capítulos de relleno: se supo el paradero de Michael, se averiguó más sobre la vida de Ben, se constató que ciertos elementos sobrenaturales rondaran la serie para siempre eludiendo significados racionales, nos enteramos (ambiguamente) que la relación entre Locke y la Isla viene desde antes del accidente, etc. El capítulo 13/14, a su vez, puede ser entendido como un compendio en el que se conjugaron todos los tonos posibles de la serie: el toque siniestro y cómico del ajedrez que el loco Hurley mantiene con el Sr. Eko, la conversación metafísica entre Jack y Locke (un clásico a esta altura), el devaneo sentimental de Kate, el golpe bajo romántico (la muerte de Jin y el encuentro Desmond-Penny), la ciencia ficción místico-delirante en ese giro de tuerca de Ben para que la Isla se mueva y, finalmente, el cross a la mandíbula del último instante, con el rostro maquillado de Locke adornando el sobretodo de madera. Los fans del pelado con nombre de filósofo (ahora también de asistente de filósofo: Jeremy Betham), sin embargo, no deberíamos desesperar: ya sabemos que en la serie es habitual la pululación de cuarenta y ochos. Por lo pronto, nos espera un largo camino hasta el 18 de enero del 2009 (¡qué alejado parece!), cuando la vida comience a suceder nuevamente y se inicie la quinta temporada. Mientras tanto, sólo me quedan por decir tres cosas: sayonara, qué grande estás Walt y “nos veremos en la otra vida, hermano”.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Nótese

-Nótese cómo el dirigente agrario Alfredo De Angeli afirma defender la democracia exigiéndole al gobierno hacer “lo que quiere el pueblo” (que en realidad es un segmento de la población, numeroso, pero no representativo de una totalidad al fin) cuando históricamente se sabe que los gobiernos que hacen “lo que quiere el pueblo” son o se ubican cercanos al totalitarismo: en Italia, actualmente, la gente no quiere inmigrantes y Berlusconi los echa como ratas; en la Alemania nazi, Hitler es el emergente hiperbólico de todo un movimiento antisemita que incluye a buena parte de la sociedad germana; el pueblo norteamericano clama por venganza luego del atentando a las Torres Gemelas y Bush aprovecha para invadir Afganistán e Irak, crear paranoias y exacerbar el nacionalismo.

-Nótese la infinita perversión y la demencia en las declaraciones que Elisa Carrió hizo al diario Perfil el último domingo sobre la manifestación de los ruralistas en Rosario: “A muchísimos de los que vienen creo que les da tranquilidad y seguridad saber que Lilita está. Aunque no se me vea en ningún lado (…) Estoy trabajando por la integración nacional, que no haya divisiones. Que no haya dos actos con una Argentina enfrentada”. Los matices de estas breves palabras son inabarcables. En primer lugar, citarse en tercera persona intuyendo (vagamente) cuál es la reacción que tienen la gente ante su presencia, roza la locura. Con la frase “Aunque no se me vea en ningún lado” hasta parece compararse con una divinidad. En segundo lugar, su intención de que “no haya dos actos con una Argentina enfrentada” se ve refutada por el hecho de que explícitamente apoya el acto de Rosario: si tanto luchara por el no-enfrentamiento, habría desdeñado las dos opciones. Por otro lado, el discurso de Carrió suele construirse en dos niveles: en uno, con tono clamo, llama a la reflexión, el diálogo y clama por la paz; en otro, más enfático, utiliza palabras pomposas, habla de momentos culminantes y horas decisivas en las que se define el rumbo de la Nación, por lo cual sus primeros dichos (paz y amor) son rebatidos. Si los fans de Carrió la viesen como una simple política, no habría inconvenientes, el problema surge cuando éstos observan en Carrió a una especie de guía espiritual que, entre jinetes del Apocalipsis y engendros bíblicos, predica LA VERDAD ABSOLUTA. Elisa Carrió, en realidad, es una de las dirigentes más oportunistas de la historia de la política argentina. Empezó defendiendo causas que parecían nobles pero con el tiempo derrapó y fue tramando pactos con todo actor social que se posicione en el bando contrario de los K. Espero que un día asuma como presidente, así el país, por fin, desaparece de la faz de la Tierra.

-Nótese que ya a nadie le interesa la Copa Libertadores de América: sin asirnos de la máquina del futuro todos comprobamos que ese torneo terminó y fue ganado por el Club Atlético Boca Juniors. Y por favor que no se tome este rapto profético como una de esas estratagemas cabalísticas en las que un energúmeno hincha del Club Atlético “Aruba” Plate afirma lo contrario de lo que desea (que Boca no salga campeón nuevamente) creyendo que sus miserables palabras inciden, de alguna forma, en el resultado posterior de partidos jugados por sujetos que lo exceden por completo y tienen por nombre Palermo, Riquelme, Cáceres.

-Nótese cómo el feminismo abogó por la libertad de la mujer a través del rechazo a la idea de “mujer cosificada” (mero objeto sexual, conglomerado de órganos genitales) y cómo, actualmente, la manera radical (y más difundida) a través de la cual la mujer reafirma su identidad en los medios de comunicación es, paradójicamente, refiriéndose constantemente a su relación con el sexo, ya sea explicando los diferentes tamaños de un vibrador en un programa, escribiendo novelas temáticas que giran en torno a las aventuras sexuales de una mujer o creando una serie de TV dónde el efecto “revulsivo” es que mujeres profesionales reconocen en el sexo un ejercicio esencial para el normal transcurso de sus vidas (comentando tamaños de penes, determinadas posiciones sexuales, estereotipos de hombres, etc.)

Espero que las notas apresuradas que acabo de escribir no agoten este post y que sus sueños sigan ramificándose en la hospitalaria imaginación de quienes ahora lo leen. Y espero que nadie se de cuenta de que esta frase, con los elementales cambios, es de Borges.

domingo, 25 de mayo de 2008

Sobre "Mucho", el nuevo disco de Babasónicos

Desde que los discos de Babasónicos se convirtieron en émulos musicales del envase familiar de Coca Cola, dos vectores en pugna sobrevuelan la escucha de los mismos: por un lado, el ampuloso contenido teórico que Adrián Dárgelos le otorga a su arte, observando analogías entre sus canciones y los textos del pensador del marxismo Louis Althusser y declarándose, a partir del éxito masivo del grupo, como un factor que desestabiliza el sistema desde su interior; por el otro, el elocuente hecho de que la banda se transformó en una máquina de hacer hits que son asimilados por la masa con mucha menos inestabilidad de la que su cantante pretende. Un buen ejemplo son las imágenes del concierto que Babasónicos dio en el D.F en apoyo a la fundación Alas: excepto unos pocos fans mexicanos, el resto del público parece ausente, esperando con ansias que aparezcan las figuras soporíferas del continente: Maná, Paulina Rubio, etc. La conclusión es clara: el sistema, lamentablemente, ni se inmuta ante Babasónicos. ¿A quién, en el siglo XXI, le puede causar rechazo o una suerte de efecto subversivo que un tema se llame “Putita”, que un cantante se vista de mujer, que un tema diga “Oh si/ Estoy mirando a tu novia y qué/ Ella me gusta y yo a ella también”, que haya mujeres desnudas en los videos? ¿De qué sirve la memorable frase “Resentido y agrio sin por qué/ Fui recordando el drama que soñé/ Soñé ser crítico de rock” (de “Camarín”, del disco Jessico) si fueron los periodistas del aludido mundillo los que perpetraron el mito de Dárgelos? ¿Ése es el chiste? Hoy, la banda es pop, no sólo por su condición popular, sino en el sentido más vulgar del término: se ubica entre la frivolidad como norma instaurada por Miranda y el efectismo de Emmanuel Horvilleur para crear eslóganes y espantar al burgués (“Si no puedo estar con vos/Me gustaría mucho hacerlo con tu hermana”). Durante buena parte de su carrera Babasónicos construyó una discografía esquiva, “inestable” y casi intraducible para el gran público. Poner uno de sus discos en una fiesta convencional de mediados de los 90’ (imaginemos el aura de un cumpleaños de 15, por ejemplo) era, verdaderamente, desestabilizar el sistema. Actualmente, la morfología babasónica ha sido decodificada por el gran público: “Cómanse a besos esta noche”, repetía el estribillo de la propaganda de Quilmes. Dopadromo, Miami, Trance Zomba, Miami son ejemplos rotundos de una banda que no teme defraudar a su público y, en el trayecto que va de un paso a otro, utiliza un sinnúmero de géneros adaptados a su propio delirio: la canción romántica, el heavy metal, el glam rock, la bossa nova, la ranchera, el folk, el hip-hop. Pero con la edición de Jeesico (un gran álbum repleto de hits), del año 2001, encontraron una fórmula que sus discos subsiguientes repitieron al máximo: Infame, Anoche y el nuevo Mucho son muestras distintas de una misma perspectiva sobre la música: melodías redondas que remiten a los 60’, letras autorreferenciales, sonidos homogéneos, estribillos-chicle, voz al frente. Cuando Dárgelos dice en el último número de la revista Inrockuptibles “Ahora podemos sacar “Pendejo” y reemplazar su dinámica dentro del show con “Estoy rabioso”; son temas que rinden en vivo, con los que la gente se vuelve loca” más que describir un “efecto de la literalidad” (como dice acto seguido), parece enumerar los ingredientes de una receta. El cambio es evidente: si hace 15 años Dárgelos declaraba “Charly García siempre da pasos hacia atrás en el rock. Nos gustaría que algún día nos odie, porque él representa lo que nunca quisiéramos ser”, hoy el propio Say No More se manifiesta en contra de la banda mientras su discográfica se niega a editarle un disco porque sus modos de grabación, oh cruel paradoja, no coinciden con los del sistema. El aburguesamiento del rock (como sentenciaba la publicidad de hace un tiempo), sin embargo, no sólo llegó a Babasónicos. En 1998, Radiohead revolucionaba el rock contemporáneo con la salida de Ok Computer. Hoy, lo único que revolucionan es el Mercado, subiendo su disco a una página de Internet para que se lo baje quien quiera. Babasónicos eligió una empresa de telefonía celular para distribuir la primera tanda de Mucho. Los discos, entonces, parecen anécdotas olvidadas entre los shows en vivo y las entrevistas. Mucho no es un disco malo (incluso puede que algunos de sus temas estén entre los mejores del año) simplemente es más de lo mismo: hits instantáneos como “Pijamas”, preciosas baladas para cantarle a una chica al oído (“Como eran las cosas” o “Nosotros”), paisajes electrónicos para bailar en el boliche (“Microdancing”) y algún que otro rockito para poguear en los recitales (“Estoy rabioso”). Por último y, para horror de Dárgelos, habría que decir que exactamente eso es lo que pasaba en los 80’ con los discos de García (Parte de la religión, Como conseguir chicas, Filosofía barata y zapatas de goma) luego de la trilogía Yendo de la cama al living/Clics Modernos/Piano Bar: no eran decididamente malos o irregulares, pero se ubicaban en un espacio harto transitado. Ya las nuevas bandas del under argentino pueden comenzar a desear el odio de Babasónicos. La frase hecha viene a cuento: el tiempo pasa para todos. Sayonara.

viernes, 23 de mayo de 2008

RECAPITULACIÓN

El comienzo de la elaboración crítica es la conciencia de lo que realmente se es, o sea, un “conócete a ti mismo” como producto del proceso histórico desarrollado hasta ahora, el cual ha dejado en ti mismo una infinidad de huellas recibidas sin beneficio de inventario. Hay que empezar por hacer ese inventario”- Antonio Gramsci.

Este post no apunta a profundizar antagonismos, la intención es recapitular algunos conceptos vertidos en este espacio que no dejan de dar vueltas por mi cabeza. No hablo de términos borrosos. Se me dijo “tibio” porque en un breve análisis sobre el campo no nombré a la multinacional Monsanto. Quien lo dijo seguramente sabe que todo texto parte de un discurso premeditado, un recorte, y que el análisis criticado se centraba en la utilización demagógica del lenguaje por parte de los representantes del campo y no en la incidencia de un determinado grupo económico en el conflicto. Esto es como cuando Barney entra a la reunión de las niñas exploradoras. Lisa lo echa y él pregunta: “¿Es eso o es que no quieren aceptar que tienen un problema?”. Seguramente las niñas exploradoras tienen muchos problemas y fallas pero, simplemente, ése no era el contexto para que entrara el amigo de Homero. ¿Alguien en su sano juicio le pediría a Paco Gerlo que juegue como Riquelme? No, todos saben que Paco Gerlo se dedica a pegar patadas y reventarla en el área chica. Espero que el punto haya quedado claro: más adelante, quizás, me dediqué a escribir sobre Monsanto, en los posts que vengo escribiendo sobre la trifulca campo/gobierno no fue mi finalidad mencionar la incidencia de tal empresa en el conflicto. No porque no la acepte, sino porque no tuve ganas. Una solución sería pasarles el mando del blog a las personas que esperan mucho del mismo y creen estar más capacitadas para escribir que yo, un tipo arbitrario, mediocre y tibio. Otra solución, un tanto más plausible, sería que quien lea el blog y sienta la necesidad de hablar de Monsanto lo haga sin descalificarme, pero tal vez sea pedir demasiado. Me dijeron que mis textos son “gastados”, por ejemplo. Es cierto. Creí que me lo decía alguien con un extremado swing poético, original, no gastado, alguien revolucionario en el campo de la escritura y el pensamiento sino Occidental, marplatense, alguien con la suficiente autoridad para sentirse seguro de sí. Aunque se trata, sin dudas, de alguien que escribe mucho mejor que yo, no era el caso. No, no. Me dijeron “mediocre” por defender mi postura y por querer saber el nombre de alguien que firmaba como anónimo y, para presentarse, utilizó la rara práctica de insultarse en tercera persona creyendo que con el autoescarnio dejaba todo claro (¿?). En el Planeta donde yo nací (la Tierra) si alguien se llama X, suele presentarse a sí mismo diciendo: “Me llamo X”. Nadie diría, en cambio: “X es mediocre”. Sin embargo, el mote que más me hizo ruido fue el de “apolítico”. La discusión es tan conocida como la secuencia en que un muchacho de Villa Fiorito elude a 7 ingleses en un estadio mexicano: están los que dicen que hacer política es militar y formar parte de un partido o decidir y opinar vehementemente sobre situaciones particulares (problemas burocráticos u estructurales de una carrera, por ejemplo) y están los que dicen que hacer política es, meramente, coexistir en una sociedad y tener elecciones, sean éstas explícitas o no. Personalmente, no estoy de acuerdo con ninguna de las dos acepciones (aunque nunca olvido que puedo no estar en lo cierto). Sobre el primer punto de vista, tengo un grave problema: formar parte de un partido presupone la existencia de un pensamiento único en un grupo de personas. A excepción de ciertas convenciones sociales, no creo que nada idéntico pueda convivir en la mente de un conjunto de personas. Mucho menos cuando se trata de una larga lista de pautas políticas. Seguramente quien forma parte de un Centro de Estudiantes me dirá que estoy errado y que existe la disociación, pero ningún partido político se forma a partir de la divergencia de sus integrantes. Cuando esta última ingresa a uno, el partido se disgrega o remueve parte de sus actores. Creo que lo que propulsa al mundo hacia el lado bueno es la diferencia, escapo de los lugares donde rige la uniformidad de pensamientos (aunque éstos me identifiquen). No podría incorporarme a un espacio político representativo sin estar de acuerdo en todo. Y, concretamente, es imposible que uno esté de acuerdo con todo lo que manifiesta un partido político. No confío en las personas, no creo que, a largo plazo, salgo algo bueno de un pensamiento compartido por múltiples sujetos, la historia me respalda. Todo lo que empieza con fines venerables se transforma en pesadilla (Gramsci, un extraordinario pensador marxista, fue uno de los fundadores del Partido Comunista en Italia; Stalin, en Rusia, pervirtió el marxismo y llevó a cabo un genocidio). No creo que la política esté podrida, no creo que los chicos del Centro de Estudiantes sean malos o no tengan buenas intenciones, para nada: no creo, simplemente, en la abstracción que representan. Creo en ellos individualmente, como engranajes necesarios que aportan a la sociedad, no en conjunto, como representantes de una entelequia. Si una agrupación política triunfase con buenas intenciones, no pensaría que triunfó la Agrupación sino la suma de individualidades que propició tal conducta. Algo falla, desde mi óptica, y me impide ingresar, siquiera, a sus ideas. Estoy a favor de la redistribución de riqueza y de los juicios a ex represores, pero Fidel Castro me parece un dictador que denigra a homosexuales y drogadictos. ¿Cómo se pasa por alto algo así? De ese tipo de cuestiones, entre otras, está hecho mi escepticismo. Por otro lado (y esto es en un plano demasiado subjetivo), salvo en los grandes pensadores (que, generalmente, suelen exceder los marcos de nuestras pequeñas vidas periféricas: por ejemplo, Gramsci), no creo en la política que pueda partir de alguien que se dice a sí mismo que debe “hacer” acciones políticas y para ello se autodenomina político o se afilia a un partido. Esta postura linda con la ingenuidad. Es como autoconvencerse de estar enamorado o decirse a uno mismo “escritor” porque en las horas libres garabateó tres cuentos. La política, imagino, debe partir de pensamientos individuales dentro de un contexto que permita la relación con lo social pero por fuera de toda coyuntura que obligue al sujeto a seguir determinadas coordenadas o pautas restrictivas. El pertenecer a una agrupación X sugiere la adaptación conceptual a una doctrina dada; en ese hecho observo un acto sumiso y algo artificial. No quiero parecer agresivo ni causar malestar en nadie, a pesar de algunas exacerbaciones no me considero alguien que escribe para calentar el ambiente o tirar mierda, escribo lo que pienso, me defiendo a través de la escritura si me atacan e inobjetablemente, a través del minúsculo análisis que puedo hacer de las agrupaciones políticas de la facultad (y del Planeta Tierra), no veo en ellas algo que me convenza. Ojalá logren sus cometidos, con los que estoy de acuerdo mayormente, pero tampoco puedo callarme y vacilar porque “yo no hago nada político”: ¿cómo hacer algo en un espacio que me resulta inconcebible? Esta postura es política, quiéranlo o no. Excede el segundo punto de vista que marco al inicio del post, aquel que dice que “todo es política”. Considero que no formar parte de ninguna “agrupación” política (en forma conciente) es una elección política, es también formar parte de una “agrupación colectiva” de la que, si se quiere, el único miembro soy yo (aunque de seguro hay otros que piensen lo mismo). Gramsci instaba al “pequeño intelectual amargado en su propia estupidez” a llevar la teoría a la práctica, de una, estaba convencido de que formar parte del Partido Comunista era pensar por sí mismo (frente al fascismo cualquier cosa lo era), pero, años después de su muerte, los ejes de su Partido, pienso, lo hubieran horrorizado. En estos días recordé una nota de sus diarios que me quedó grabada desde el día en que la leí: “Por causa de la concepción del mundo se pertenece siempre a una determinada agrupación, y precisamente a la de todos los elementos sociales que comparten ese mismo modo de pensar y de obrar. Se es conformista de algún conformismo, siempre se es hombre-masa u hombre-colectivo (…) Cuando la concepción del mundo no es crítica y coherente, sino ocasional y disgregada, se pertenece simultáneamente a una multiplicidad de hombres-masa”. Y también: “¿es preferible pensar sin tener conciencia crítica de ello, de un modo disgregado y ocasional (…) o es preferible elaborar uno su propia concepción del mundo conciente y críticamente, ya, por tanto escoger la propia esfera de actividad en conexión con ese esfuerzo del cerebro propio, participar activamente en la historia del mundo, ser guía de sí mismo en vez de aceptar pasivamente y supinamente la impronta puesta desde fuera de la personalidad?”. En conclusión (y contradicción con el pensamiento general de Gramsci, no con esta pregunta iluminadora): no creo que la única praxis política correcta esté intrínsecamente arraigada con el hecho de saberse “político”, de pertenecer a un partido, de creer que uno está haciendo algo y otro no está haciendo nada. Si alguna vez ofendí a alguien, pido disculpas. Lo mismo corre en cuanto a lo dicho sobre las actitudes de los estudiantes universitarios en clase. Es inédito que formemos parte de una Institución en la cual los estudiantes, escondidos detrás de un vergonzoso corporativismo, podemos criticar todo (profesores, planes de estudio, rectores) a excepción de nosotros mismos. La autocrítica de los estudiantes debe existir y, como tal, debe ser lapidaria. Cuando digo que soy un estudiante mediocre no ensayo una pose o, en modo implícito, me postulo como “el argentino perfecto” (anónimo dixit) levemente progresista que escucha a Pez: estoy repasando mi libreta universitaria, mi actitud abúlica, mi desidia hacia temas que deberían interesarme. Yo también estudio en una Universidad, pensar que porque llamo la atención sobre algo chistosamente nefasto que ocurre allí, me autoexcluyo, es equivocarse o, por lo menos, no leer frecuentemente este blog o intentar ver algo turbio donde no lo hay: las cosas que escribo parten de mi experiencia y, por consecuencia, de la autocrítica. Esta última, quizás, deba llegar a quienes nunca aceptan tener un desliz y se pierden por la peligrosa tangente de la descalificación y la autoindulgencia. Por lo pronto, me declaro incompetente y doy el tema por terminado. El que quiera decirme algo (lo que sea) puede mandarme un mail a ilcorvino@hotmail.com así evitamos el típico debate de blog hecho de insultos y anónimos. Sayonara.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Ortega, Ortega, Ortega...

Ahora que los problemas de River adquirieron la profundidad del escote de Scarlett Johansson cuesta decidir por cuál escribir, de modo que debemos descartar: ya todos sabemos que José María Aguilar es el presidente más progre en la historia oligarca riverplatense como así también uno de los peores; ya exoneramos las declaraciones (mas no el cerebro) de Ahumada con una estrategia discursiva encauzada en la tradición filosófica-futbolística de River Plate y Boca Juniors; ya vituperamos a Simeone desde el mismo segundo en que se calzó el buzo de director técnico; ya hablamos hasta hartarnos de las pocas ideas y el carácter desidioso del equipo en situaciones límites. Pasemos al tema Ortega, entonces, sin más prolegómenos.
La anécdota es simple y explicable: un grupo de jugadores maduros de River (entre los que se contarían Abreu y Ponzio, según las investigaciones periodísticas) pidió al técnico yuppie (y habitual rostro en la tapa de Caras), cansado de las recaídas alcohólicas de Ortega, que expulse del plantel a este último. El técnico que “gesticula hasta con las orejas” no se mostró muy disgustado con la idea y se la informó al Intendente Diamante, perdón, al Presidente Aguilar. No consintiendo que se mate a un valiente, cual émulos de Cruz, jugadores jóvenes del plantel (entre los que se contarían buenos tipos como Augusto Fernández y Abelairas) expresaron su disconformidad. Con este nuevo incidente, el plantel de River está a punto de ingresar al libro Guinnes de los récords. Hace un par de días Ortega declaró que él no se quiere ir de River, que se quiere retirar en el Club.
Ortega. Dejando de lado detalles escabrosos de su vida privada (que no se relacionan exactamente con tomar de más sino con hacer daño a terceros), Ortega es un ídolo, es decir, un tipo que propició alegría a través de su habilidad con los pies para mover un balón. Como tal, no hay que endiosarlo, pero sí bancarlo. Si me permiten la metáfora infantil, quiere a River como Pucca a Garu, la japonesa que sigue a su ninja a sol y sombra. A diferencia de casi todos los jugadores actuales del plantel de River que, como diría José Luis Félix, “no han ganado nada”, Ortega tiene un plus: ganó varios títulos con la banda roja entre los que se cuentan una Copa Libertadores y seis campeonatos locales. Y no fueron precisamente torneos en los que era suplente o se lo descartaba para jugar partidos trascendentales, más bien se lo juzgaba imprescindible para el andamiaje del equipo y él respondía en la cancha. En un recordado partido contra Racing del Apertura 96’, River estaba con 10 y Ramón Díaz lo quiso sacar. Ortega lo mandó al carajo y en su lugar salió el Diablo Monserrat. En el segundo tiempo, el número diez eludió a Nacho González y marcó un gol importantísimo. Ese tipo de jugador es Ortega. Creo que no es del todo indiscutido porque no ganó nada en la Selección (excepto un mediocre Panamericano jugado en Mar del Plata). Además (como Messi, como Riquelme, como Aimar, como el yerno) fue comparada hasta el hartazgo con Maradona, algo que debería estar prohibido. Hoy nadie lo recuerda, pero fue él quien se hizo cargo del equipo cuando el 10 fue tomado de la mano por la feísima enfermera rubia en el 94’. Y, a pesar de la eliminación, hizo un buen papel: contra Bulgaria fue el mejor y lo recuerdo (en una de esas imágenes que nos quedan grabadas de la infancia) ante Rumania, levantando la pelota por su tobillo ante la mirada azorada de Popescu. En el Mundial 98’ jugó un partido descomunal ante Inglaterra. Contra Holanda perdió la cabeza y creo que no se recuperó más. En el Valencia empezó bien pero llegó Ranieri. Después de España, hizo un zigzag impredecible por borrosos equipos italianos (ganó una Supercopa con el Parma) y volvió a Nuñez. Ganó un título olvidado, en el 2002, pero luego del Mundial oriental, la dirigencia riverplatense, en una decisión absurda que ejemplificaría varias elecciones posteriores, lo vendió al fútbol turco. A partir de allí, Ortega comenzó a errar de verdad, como Zama cuando parte a buscar a Vicuña Porto o como Locke en la tercera temporada de Lost, cuando deja de creer en la Isla metafísica. Abandonó el “expreso de medianoche” que significó el Fenerbahge sin acuerdo alguno, fue multado y lo suspendieron. En el 2004 volvió a Newell’s y hasta ganó un título. Parece que hubiesen pasado 20 años. Desde el 2006 está en River. Estuvo fuera más de lo que jugó y, en el medio, apareció “su problema”. Dicen que René Houseman un día jugó borracho e hizo dos goles… Tampoco creo que ésa sea la solución, pero si el plantel de River no banca a Ortega, estamos fritos. ¿Bancan a Carrizo, que se cree más y mejor que el propio Amadeo?, ¿bancan a Ahumada y su desastroso swing para hacer declaraciones?, ¿bancan a una parva de defensores erráticos?, ¿bancan a Abreu que le pega con el diario y cabecea a cualquier lado? Si, pero a Ortega (un jugador que está cerca del retiro pero en el transcurso de su decadencia aprendió a guardar la pelota, hacer pases-gol e ir hacia delante como sea) no.
Creo que River, salvo honrosas excepciones (Abelairas, Buonanotte, Fernández, Ferrari, Falcao, Gerlo), ya no es un equipo, es un conglomerado de vedettes que se pasan las culpas y hacen correr chismes como si estuvieron en Bailando por un buñuelo. No imagino a los jugadores de Boca quejándose porque Riquelme no corre, a los de Estudiantes porque Verón es autoritario. Los de River, en cambio, quieren echar a Ortega, tal vez porque saben, fehacientemente, que el ídolo en desgracia, aun vencido, aun en las últimas, los opaca en forma contundente. En el año 1981 River salió campeón con Alfredo Di Stefano como DT. En las tribunas, sin embargo, se oyó un solo grito: “Alonso, Alonso, Alonso”. La saeta rubia se había peleado con el Beto y lo había dejado afuera del equipo. El resultado fue elocuente: a la hinchada le importaba un pito ganar un campeonato más, querían que allí estuviera el jugador exquisito, el tipo que hacía la diferencia. Veintisiete largos años después, la hinchada de River repite su pedido, un grito genuino que se liga a las terminales del corazón y no tiene explicación racional. Desde mi humilde espacio, aprovecho para sumarme: Ortega, Ortega, Ortega…


domingo, 18 de mayo de 2008

HISTORIA UNIVERSITARIA DE LA INFAMIA

“Uno emite cheques con la lengua que el culo no puede pagar”- Indio Solari.

Una de las situaciones más abominables e insufribles que inobjetablemente se produce en todas las Universidades es cuando una clase se convierte en un cúmulo de sobreentendidos, guiños cómplices entre el profesor y sus alumnos, frases hechas y lugares comunes festejados como el paradigma de la originalidad, sonrisas a propósito de nada que insinúan que todos estamos embarcados en una especie de “Cofradía de la Superioridad Intelectual”, discursos pseudo eruditos dichos en un tono bajo y afectado, carcajadas ante cualquier chiste malo del(la) profesor(a) a cargo de súbditos, interpretaciones erróneas, constantes y absurdos asentimientos de dudoso origen, chupadas de medias, correcciones que esconden un profundo sentimiento de egolatría y una elocuente mala leche, interrupciones, competencias implícitas, usufructo de un vocabulario apenas entendido por el emisor, subestimaciones, teorías de terceros explicadas como propias, envidias, oscuros amiguismos por oscuros motivos, declaraciones de principios que no vienen a cuento, enemistades disfrazadas, resentimientos, calificaciones exageradas, opiniones pedantes, malos entendidos, metafóricas bajadas de pantalones, más asentimientos, más guiños cómplices, más sobreentendidos, notorias ausencias de autocrítica, apuntes innecesarios, recomendaciones, catarsis profesorales, autodenominaciones rimbombantes, esnobidades, encendidos elogios con el propósito de pertenecer u ocupar determinado espacio, creencias de que si uno no está de acuerdo con actitudes que se desarrollan dentro de la Universidad no tiene que asistir a la misma, muestras de lamentable “corporativismo” que esconde la aún más lamentable idea de que uno es más grande que la carrera que estudia. A excepción de estas pocas cosas, no hay mayores inconvenientes. Sayonara.

jueves, 15 de mayo de 2008

Doble Post

Volviendo a una modalidad que el autor del (¿próximo a desaparecer?) blog Desarmándonos llamó "La gran corvino", aquí puede comentar los dos posts anteriores:

El proveedor de iniquidades Oscar Ahumada

Sobre la ausencia del Estado

Muchas gracias.

El proveedor de iniquidades Oscar Ahumada

Con una desubicación en el plano espacio-temporal que podríamos calificar de proverbial (River Plate viene de quedar afuera de la Copa Libertadores en su cancha, con 2 jugadores de más, con total abulia del equipo a partir de los 70 minutos de juego y contra el San Tinelli de Ramón Díaz y “Dalesanlo”), Oscar Ahumada, un número 5 sacrificado en la senda genealógica Rossi-Merlo-Astrada-Mascherano que en reiteradas ocasiones se pasa de revoluciones, declaró ante el ex funcionario menemista y atroz redentor Fernando Niembro (esto ya parece una oración de Alan Pauls) que la hinchada de Boca, palabras más, palabras menos, alienta más. Para muestra, un botón: mientras el 1-2 de San Lorenzo enmudeció al Monumental, Ahumada recuerda haber estado en la Bombonera ganando 2 a 0 mientras la hinchada xeneixe hacía venir el estadio “abajo”. La afirmación “ahumadística”, en plena decadencia de la estirpe millonaria, cayó como un balde de agua fría en la “opinión pública” (periodismo + gente – inteligencia). El título elemental, durante todo el día martes, “Se fue de boca”, “corriócomoreguerodepólvora” (Cortázar dixit). Reconociéndome gallina hasta la másmedula (uf, basta de alusiones literarias) debo aclarar que lo dicho por Ahumada me pareció un tanto descerebrado (no hay que ser muy pensante para entender que luego de esta declaración Ahumada se convirtió en un ídolo de Boca y que a los hinchas de River no les caen muy bien los ídolos de Boca, mucho menos cuando éstos llevan la 5 de la franja roja) pero no menos verdadero. Realizarle un escrache (como a un genocida) o afectarlo económicamente (¿por tener opinión?) me parece directamente una estupidez (de todos modos, no vendría mal una baja en los sueldos de los jugadores de fútbol). Aunque los hinchas de River fundamentalistas chillen, es innegable que la hinchada de Boca alienta más. Y mejor. La única verdad es la realidad. Esto es muy explicable y se remonta a la tradición filosófica-futbolera de cada Club: históricamente, River Plate tuvo grandes jugadores, equipos magnánimos y, por consiguiente, un funcionamiento que no necesitaba del aliento constante de su hinchada para ganar partidos: éstos eran íntegramente ganados por los Labruna, los Pedernera, los Bernabé Ferreyra, los Alonso, los J.J López, los Ermindo Onega, los Francescoli, los Gallardo, los Aimar, los Saviola, los “Dalesanlo”, los Ortega. Y me detengo aquí porque mis ojos comienzan a lagrimear. Exceptuando los 18 años de sequía (1957-1975) River tuvo diversos periodos dorados que incluso el inconsciente colectivo “recuerda” sin haber vivido: La máquina, el River de Labruna, el del “Bambino” Veira, el del primer Passarella. Estos fueron ciclos harto exitosos, donde se conseguían campeonatos, se asistía al nacimiento de un ídolo, etc. El último de estos ciclos fue entre 1996 y 1997, en el cual River ganó 3 campeonatos seguidos, la Copa Libertadores y la añeja Supercopa (antecedente de la Mercosur y la actual Sudamericana). Después de eso River ganó varios campeonatos pero la supremacía de Boca Juniors comenzó a tornarse dramática. En la última década, ha cambiado la trayectoria del fútbol argentino: Boca ha pasado a ser el equipo poderoso y reconocido mundialmente, tal vez, por primera vez en su historia (el anfetamínico equipo del Toto Lorenzo no llegó ni por asomo a esta seguidilla que conforman, con algunas intermitencias, Bianchi-Basile-Russo). A diferencia de River, Boca tuvo contadas etapas gloriosas en su historia, se identifica con la garra y el coraje de sus jugadores más que con la técnica de los mismos. El magnifico aliento boquense es tal porque Boca, al no contar tradicionalmente con una gran escuela de juego, siempre necesitó del griterío de su parcialidad y un estadio intimidatorio (no son pocos los que tiemblan al pisar el vestuario de la Bombonera por primera vez) para acceder al triunfo (más allá de que no siempre resulte). No por casualidad, los 2 máximos ídolos futbolísticos del Club son originarios de Argentinos Juniors: Diego Armando Maradona y Juan Román Riquelme. Rojas y Tevéz pueden considerarse las excepciones que confirman la regla. Desde este punto de vista se entiende el silencio del público millonario ante el mal juego de su equipo: se trata del asombro por observar algo (la debacle futbolística de un equipo) a lo que no se está acostumbrado. Más o menos lo mismo les ocurrió a los neoyorquinos el 11 de septiembre del 2001 o a los fans de Charly García en la presentación de Say No More (1996)... Por su parte, Boca, ganando, empatando, aun perdiendo, siempre conservará ese aliento inclaudicable, forma parte de su esencia. La parcialidad riverplatense finalmente crecerá cuando comprenda que el Club (más allá o por consecuencia de la gestión pésima de Aguilar, los errores conceptuales de los técnicos, la apatía de los jugadores, el inaudito protagonismo de la barra en la vida de la Institución), como la vieja mula de Los Simpsons, ya no es lo que era y es necesario barajar y dar de nuevo para empezar otra vez. Sayonara.

Sobre la ausencia del Estado

“La ausencia del Estado” es una de las razones que suele enarbolar el argentino medio ante las diversas falencias que sufre, lo que podríamos llamar, el orden social del país. La frase, que bien puede ser cierta si observamos, por ejemplo, la situación de indigencia de miles de habitantes, no deja de ser un lugar común algo peligroso. Hay personas que piden la presencia del Estado hasta cuando ordenan un café y se lo traen frío. “El Estado debería estar acá para reprimir al mozo y calentar la infusión”. La idea de que una presencia permanente del Estado (un ente que regulariza e impone orden), de por sí, repara el malestar de una comunidad no sólo es inocente sino que bordea los límites de lo reaccionario: es la intromisión permanente del Estado la que engendró monstruos tales como el fascismo o el nazismo. De todos modos, la gente no suele salir a pedir por los que duermen en la calle, sino por los productores agrarios que siembran soja…La sensación de que el Estado no existe, entre otras cosas, hace que periodistas de Investigación de la TV entren intempestivamente a despachos judiciales o municipalidades para reclamar lo que pide el pueblo, olvidando en el trayecto que el fin no justifica los medios: ¿no suena a “apriete” o “requisa militar” un tipo con una cámara y un micrófono obligando a un legislador o concejal (sea o no un inútil) a tratar un tema en desmedro de otro que se juzga menos importante? Olvidan, estos paladines de la justicia y el rating, que para que existan Leyes Importantes, sin dudas, debe haber otras vulgares. Por otro lado, la supuesta dependencia excesiva hacia un Estado, desliga de responsabilidades a los ciudadanos. Es así que todo error que afecta cierta generalidad pertenece a la órbita del Estado, dejando exento de culpa al enorme segmento de la sociedad que no tiene como obligación regularizar o imponer algo: la tragedia de Cromañón es un buen ejemplo. Más allá de que el Gobierno de la Ciudad debería haber clausurado el local con antelación, la elemental responsabilidad del individuo que encendió un fuego de artificio en un lugar cerrado, por momentos, pareció (parece) brillar por su ausencia. El paso del tiempo suele idealizar el pasado. Más aún en tiempos caóticos, repletos de conflictos. Hoy, mucha gente, además de pedir la presencia del Estado en todo espacio donde quepa una hormiga, dice sentirse “rehén del Gobierno” y no haber vivido nunca una situación como la de estos últimos meses: nuevamente, aseguran, el país se hunde. Lo escucho permanentemente y no dejo de asombrarme por la inaudita falta de memoria y solidaridad (el país se hunde sólo cuando hay movimientos turbios en los bancos). Esperar, continuamente, la mano rectora del Estado nos coloca en un off-side eterno. La misma gente que denigra a las personas que reciben los Planes Sociales, pide la actuación del Estado para que solucione sus problemas. El Estado debe estar, claro, pero ahí. El problema surge cuando es invisible; de esta forma se lo implora, entonces, en forma extremista, tanto ante grandes cuestiones (Salud, Educación, Justicia) como tamañas estupideces. Como buen extremista, lo único que espero del Estado es que no moleste. La culpa de mi escepticismo parte de una vieja novelita de George Orwell y un ensayo titulado “Nuestro pobre individualismo”. Sayonara.

domingo, 11 de mayo de 2008

SOBRE EL USO DE LAS PALABRAS

¿Notaron cómo los productores rurales o aquellos que están subidos al tractor de la entelequia llamada “campo” compiten entre sí para ver quien pronuncia más citas de Martín Fierro o dichos del refranero popular? Parafraseando (por enésima vez) a Borges podríamos decir: Olvidadizos de que lo eran, los productores rurales quisieron ser del campo. En Llambías o Buzzi o De Angeli o Miguens (que tiene menos “llegada” que Gerlo) se puede observar claramente la obsesión por demostrar pertenencia a través del lenguaje. El problema es que no debe haber nada más ridículo que escuchar a alguien exagerando (“hiperbolizando” habría dicho si de verdad fuese estudiante de Letras) un registro de lengua particular a expensas de ganarse a cierto sector de la sociedad (sólo hace falta recordar el “aguante” pronunciado por CFK para sentir un escalofrío). Lamentablemente para los farsantes, la sonoridad de las palabras no miente: si un estúpido cita un verso de José Hernández, no va a aprehender instantáneamente toda la sabiduría del hombre de campo, va seguir siendo un estúpido pero citando a José Hernández (que, por otra parte, en la segunda parte de su “epopeya nacional” amenguó la bravura de su héroe por estar de acuerdo con el gobierno de turno; esto no empaña la calidad de Martín Fierro, pero sí la recurrente y harto demagógica reivindicación de los productores del campo por el poeta del Siglo XIX).
En los círculos intelectuales o académicos (que tienen la rara virtud de volverse cuadrados) y el ámbito periodístico, la inclusión de términos técnicos sirve, generalmente, para parecer algo que no se es: inteligente. Es así como ciertos términos acuñados/difundidos por teóricos estructuralistas o post estructuralistas son utilizados a menudo en forma liviana para impresionar a la gilada. Leyendo, para un parcial, un reconocidísimo artículo de Peter Burguer sobre el montaje en los movimientos de vanguardia, me encuentro con una analogía contundente: la obra orgánica (la que se realizaba antes del sismo desestabilizador de la vanguardia, la novela realista, por ejemplo) se puede comparar con un sintagma, en el que cada parte esta ordenada de modo tal que sin una de ellas, el sentido se pierde; la obra inorgánica (Nadja, la novela de Bretón), en cambio, es un paradigma, un sistema de asociaciones, en el que la ausencia de una de las partes, no altera el producto final. En este contexto, el usufructo de la terminología estructuralista consigue dar en el clavo y acercarnos a un punto de vista revelador. Pero veamos qué sucede cuando las palabras son utilizadas absurdamente: para explicarnos por qué River perdió contra San Lorenzo, el Master en Psicología Social Marcelo Roffe, en una columna del diario Perfil, dice: “Tomemos dos ejes para intentar comprenderlo: un eje sincrónico (situacional) y un eje diacrónico (histórico)”. ¿Cuál es la razón por la que se utilizan las palabras “sincrónico” y “diacrónico” si junto a ellas, entre paréntesis, se aclara lo que significan?, ¿no será para parecer más inteligente, para informarle a los lectores futboleros que quien habla estudió muchísimo y por eso es un “Master en Psicología Social” y sabe decir palabras que significan lo mismo que “situacional” e “histórico” pero con estilo?
Uno de mis capítulos favoritos de Los Simpsons es en el cual se muestra una reunión entre directivos de un canal de televisión. En la mesa, se discute sobre las características que debe tener un nuevo personaje para el dibujo animado que miran Bart y Lisa (Itchy & Scratchy). Entonces, una productora dice que el personaje tiene que marcar un “paradigma” y que debe ser “asertivo” a lo que uno de los guionistas responde: “Perdone: “paradigma”, “asertivo”, ¿acaso ésas no son las palabras que utilizan los estúpidos para parecer interesantes?... ¿estoy despedido?”. Oh, si, por supuesto, responde el jefe. No recuerdo si las frases y las palabras que se utilizan son exactamente ésas pero la idea me parece genial y aplicable al tema del que estoy escribiendo. Los autores teóricos que desde hace tantas décadas están de moda entre los estudiantes universitarios son, en algunos casos, fabulosos (Barthes, Blanchot, Foucault) y ayudan a pensar a través de sus textos. El problema reside en la apropiación que nosotros (los estúpidos) hacemos de ellos. Últimamente tiendo a creer que “biopolítica”, “muerte del autor”, “desterritorialización”, “deconstrucción”, “rizoma” son términos creados para que pisemos el palito, están allí para ser mal utilizados, para que los tontos nos creamos inteligentes. Aplicar, cual robots, nombres y palabras sagradas en el mundillo universitario/académico es muy fácil y linda con el automatismo. Me interesan más los pensadores que miran de reojo los movimientos ornamentales de la teoría, los que resignifican términos en desuso o ajenos al discurso establecido o apelan a la filosofía más simple. ¿De qué sirve haberse leído todo el “dream team” del estructuralismo si no leímos a Borges?, ¿en quién creen que pensaba Foucault al escribir “Las palabras y las cosas”? Basta de poses y esnobismo, en cualquier momento se agota el stock de tarados en el Planeta Tierra y no va a haber “desterritorialización” que nos salve. Cambio y fuera.

viernes, 9 de mayo de 2008

SI LES ECHABAN A 11 CAPAZ QUE GANÁBAMOS…

“¡Teníamos 2 jugadores de más, teníamos 2 jugadores de más y nos hicieron 2 goles y nos hicieron 2 goles!”- Hincha de River al borde del colapso mental.

y qué es lo que vas a decir
voy a decir solamente algo
y qué es lo que vas a hacer
voy a refugiarme en el lenguaje
y por qué
tengo miedo


El poema se llama “Cold in hand blues”. Nunca me había interesado Alejandra Pizarnik hasta ayer a las diez y media de la noche cuando sentí verdaderas ganas de refugiarme en el lenguaje ante la atroz realidad riverplatense. ¿Ustedes preguntan por qué? ¡Ya lo dijo la poetisa: tengo miedo… soy de River! De todos modos (y si lo sabrá la suicida) el lenguaje, en muchas ocasiones, hace agua. Y la circunstancia del fútbol es una de ellas. ¿Cómo explicar el sinsentido y el absurdo de estar verdaderamente triste por qué 11 tipos con tu camiseta no pudieron con otros 9? Pero vayamos al grano: ¿de qué equipo me puedo hacer? Hay algunos que me caen bien: Everton, de Inglaterra, Zaragoza, de España. Era un chiste, la camiseta no se cambia pero la innumerable cantidad de decepciones que me está otorgando el “alguna vez glorioso” Club Atlético River Plate se asemeja, por poco, a la lista de caídos durante la Segunda Guerra Mundial. Hubo un tiempo que fue hermoso, ahora ser hincha de River es más inseguro e inestable que “un birmano en la Costa” (Natanael dixit). Cualquier equipo puede pararse en el Monumental y, como los cabezas huecas del programa de MTV, gritar: “¡Neeeext!”. Quiero llorar. Encima Boca (una frase hecha viene bien para este equipo: No hay con que darle) juega con equipos brasileros que parecen bromas pesadas. Quiero llorar, again.

“Gana el equipo que más tiene la pelota”, suele decir el pensador contemporáneo Juan Román Riquelme (a quien por declaraciones como ésta debieran darle el Premio al Sentido Común). Y es verdad. River no tuvo la pelota, ni la iniciativa, ni el dominio en ninguno de los dos partidos que jugó contra San Tinelli. Seamos concretos: ¿a qué MIERDA juega el equipo de Simeone? ¿A contragolpear en el Monumental?, ¿a ganar partidos fáciles y perder partidos importantes?, ¿a ofrecer el culo cuando tenés dos jugadores de más? Esto es inaudito. No hay palabras para definir la desidia del equipo. Se fue todo al carajo. Dentro de una década, cuando River finalmente se vaya al descenso, vamos a recordar estos tiempos como el principio del fin. La caída de las Torres Gemelas, “La caída” de Hitler, la caída del Imperio Romano, todo me parece pequeño ante “La caída de River”, ese equipo que sabía ganarle a San Lorenzo con la camiseta, que en el Monumental era imbatible. Más allá de que en los últimos 5 años River perdió todos los partidos importantes (contra Caracas, Boca, Arsenal, Libertad, San Pablo, ahora San Lorenzo) y que la “garrotera” gallinácea ya es ancestral, mucha de la culpa la tiene este técnico. Estrepitoso desde todo punto de vista. No se puede ganar una Copa con un técnico yuppie. En la última semana, River tenía que jugar 3 partidos importantes: los dos contra San Lorenzo y el superclásico. Quedó afuera de la Copa (de modo vergonzoso) y perdió contra Boca (de modo vergonzoso). Un fracaso de índole “gordilleano” (recordar que Gordillo se hizo cargo de River durante 4 partidos en los cuales el equipo perdió todos, no hizo ningún gol a favor y le hicieron como 15). Con una tenue diferencia: Gordillo no se jugaba nada.

¿Y qué pasó en el partido? Después de los dos goles de Bergessio, mi cerebro hizo click y empezó mi “great gig in the sky” así que sólo recuerdo imágenes fragmentadas, al estilo novela vanguardista. River sale a jugar decididamente mal. San Lorenzo domina el partido. Abreu hace un gol legítimo y se lo anulan. A los pocos minutos, a través de un tiro libre de Abelairas rozado por Falcao, llega al gol. Los jugadores de San Lorenzo están a mil revoluciones por hora y se turnan para asesinar a Buonanotte. San Lorenzo sigue dominando, River parece estar jugando un amistoso. Echan bien al “Burrito” Rivero. Luego llega el gol de Abreu (de penal: River es incapaz de hacer goles de jugadas, me cansé de decirlo, River juega a la restada). Echan bien a Bottinelli. Alarma en mi cerebro: con 11 jugadores, San Lorenzo sigue jugando mejor. Hay varios tumultos entre los jugadores: ¿qué carajo hace Carrizo peleando con “Dalesanlo” a 75 metros de su arco? En 5 minutos (asombrosamente pero en forma merecida) San Lorenzo, con dos goles de Bergessio, empató y a partir de ahí comienza algo que aún no puedo procesar. “No vamos a hacer ningún gol”, dijo mi viejo, tapando su vaso de vino con una servilleta porque había una mosca dando vueltas. Mi viejo siempre es optimista y dijo eso. Ya todo estaba perdido. River tira sus putos centros pero San Lorenzo parece tener 20 jugadores. River se pierde algunos goles, pero no tantos como debería. Nadie se hace cargo y las papas queman. Fue demasiado evidente. Abelairas se la pasa a Buonanotte, éste a Sánchez, el chileno a Rosales. Ortega, al 20 por ciento de su capacidad, te lo juro, va para adelante, como los Soldados de Salamina de Javier Cercas. Pero Simeone, el técnico rupturista, decide bancar a cualquiera (Cabral, por ejemplo) y no a un ídolo. Echan a Tuzzio (un gran jugador que no puede ganar ni al metegol). A Carrizo (que cada vez tiene más ganas de irse… y se nota) le pasa una pelota mansa entre medio de las piernas: pega en el palo y se va. Mi corazón (o lo que queda de él) pugna por seguir latiendo. Termina el partido. San Lorenzo ganó bien. La culpa de la debacle institucional la tiene Aguilar, obviamente, pero este partido lo perdieron jugadores timoratos y un técnico que no es para el Club.

De nada sirve ser optimista y tener esperanza: San Tinelli no nos pintó la cara, directamente nos hizo pasar vergüenza. Ya se lo dijo Homero a Bart cuando el Sr. Burns lo rechaza como heredero: “Nunca esperes nada, no te hagas ilusiones, hijo”. Después Bart rompe los vidrios de la mansión del villano y accede a la fortuna. Ésa, justamente, es la actitud que no tiene, desde hace años, el equipo de Nuñez. A nadie le interesa el campeonato local y menos habiendo sido derrotados contra Boca. De todos modos, es probable que River lo pierda: para acceder al Clausura, hay que hacer algo muy difícil para este equipo: ganar partidos importantes. Influido por los pavorosos emos, estoy pensando seriamente en cortarme las venas. Tal vez, como sucede en una película hermosa que vi en el Festival de Cine 2007, el destino de los suicidas sea una pueblito norteamericano lleno de gente copada, donde ni siquiera saben que es el fútbol, que es ser hincha de River y sentirse fatal porque tu equipo perdió contra San Lorenzo y falta mucho para la próxima Copa Libertadores. Para terminar este post, sólo me resta recordar aquellos términos onomatopéyicos que poblaban las historietas de mi infancia cuando todo iba mal: Snif, snif.

martes, 6 de mayo de 2008

Un cuento y una canción

Un cuento

GAJOS

“Podemos cuestionar su integridad y sus actitudes pero ¿podemos cuestionar su corazón?”- Lisa Simpson

La pelota se está desgajando. Uno a uno se le han ido cayendo los gajos a la pelota. Mamá, comprame una pelota nueva. Tu madre no puede, ¿por qué le hacés esas preguntas a tu madre?
Mamá dice que no puede comprarme otra pelota. Que no le haga ese tipo de preguntas a mi madre. Que debo jugar con los chicos del barrio y abandonar la idea de comprar una nueva pelota
Mamá cocina en la olla y mientras tira la sal y revuelve el tomate da la teta a hermanito. La teta chorrea leche y mi hermanito toma y mira y aprieta el volado azul de la camisa de mamá.
A la noche comemos y los grillos suenan en toda la casa. Papá dice que algún grillo se debe haber metido en el cajón de los cubiertos. Mamá le pide que lo busque y que lo mate porque si no así ella no puede dormir. Es un puto grillo, dice mi papá, no te va a hacer nada. Pero me va a dejar los oídos embotados, dice mamá. ¿Embo qué?, pregunta papá. Nada, contesta mamá.
A la mañana el sol radiante me pega en los ojos y en las mejillas porque mamá subió la persiana y dejó la ventana abierta. Salgo al patio y los hijos de Caty me miran subidos al paredón que papá levantó para que ellos, que ya están bastante creciditos, no espíen a mamá.
A la tarde hace mucho calor y mi mamá mira el mar en el televisor y pregunta cuándo fue la última vez que fue a la playa
No sé mamá, no sé cuando fue la última vez que fuiste a la playa. ¿Me comprás una pelota nueva? La que me regaló el tío se está desgajando. Ya te dije, responde mamá, enojada, y se mete en el baño.
El almacenero habla con mamá del tiempo loco y me ofrece un caramelo pero yo lo rechazo porque mamá y papá me enseñaron a no aceptar caramelos de desconocidos.
Hermanito duerme en mi cama durante la tarde. Yo me arrodillo a sus pies y le aprieto el ombligo y le toco la frente y se larga a llorar. Mamá viene corriendo y sus ojos estallan y su cuerpo está mojado. Me corre alrededor de la mesa con un abanico de la abuela. Cuando me alcanza me da en la espalda y se larga a llorar: No dejás descansar a tu madre.
Hermanito es rojo y caliente como un morrón hervido. Cuando lo tengo en brazos se ríe. Eso emociona a mamá y hace reír a papá.
Es feriado. Abuelo toma botellas de vino bajo el árbol del patio que más sombra da. Abuela habla con mamá y toca la cabeza caliente de hermanito mientras me da cincuenta centavos.
Yo guardo los cincuenta centavos en un bolsillo del pantalón. Al otro día salgo a la calle. Está lleno de charcos porque llovió a la madrugada pero al mediodía, según mamá, la temperatura se hizo insoportable.
En la esquina de casa, la hija de Don Emanuel come una naranja y me llama a los gritos: Agustín, vení para acá. El ombligo de la naranja es parecido al ombligo de hermanito.
-Andá a comprarme un kilo de tomates. Quedate con el vuelto.
Llegué al almacén corriendo:
-Quiero un kilo de tomates.
-¿Es para mamá?
-No, es para la hija De Don Emanuel.
-¿Le estás haciendo los mandados?
-Si, a cambio de unas monedas.
-Decile que le manda un beso su almacenero preferido.
Que se lo diga él.
Hija de Don Emanuel me pasa la mano pegajosa por la cabeza mientras yo le doy el vuelto. Hija de Don Emanuel dice que el vuelto es mío y me lo guarda en el bolsillo del pantalón. Hasta mi casa voy caminando con las monedas en la mano por miedo a que el vuelto y los cincuenta centavos se me caigan por la calle.
Hermanito duerme en mi cama, arriba de la almohada. Están calientes sus manos, su panza y su ombligo. En silencio, tiro las monedas en el piso y empiezo a contarlas.
-¿Qué te dije ayer, Agustín? Que no hagas ruido cuando tu hermanito duerme. ¿Querés cobrar? ¿Y quién te dio esas monedas?
-No estoy haciendo ruido, no quiero cobrar, las monedas me las dio la abuela y la hija de Don Emanuel.
-La hija de Don Emanuel, esa trastornada… ¿cuánto tenés?
-Un peso cincuenta.
-Andá a comprar el pan.
Llegué al almacén caminando:
-Quiero medio kilo de pan.
-¿Te contestó algo la hija de Don Emanuel?
-Si: que no la moleste más porque si no le va a avisar a Don Emanuel que tiene la carabina cargada abajo de la cama.
Mamá da la teta a hermanito sin hablar, papá come la carne sin hablar, hermanito chupa teta sin hablar, yo miro la televisión sin hablar. Después pregunto a papá cuándo me va a comprar una pelota nueva. Papá dice que pronto y se va acostar. Desde la pieza llama a mamá para que lo acompañe. Y mamá le grita que se le parte la cabeza. Papá le insiste y mamá me da a hermanito y me dice que vaya un rato afuera a sentarme al banco.
Las moscas rondan el pañal de hermanito y yo las espanto con las manos. Me pregunto si esta luna que yo ahora estoy mirando es la misma luna que observan las personas de otros países. Me pregunto si en este mismo momento de la noche, en otro país, con un idioma diferente, hay otro nene como yo, con su hermanito en brazos, mirando las estrellas. En caso de que lo haya, sería igual que un hermano, un hermano desconocido a través de los países…
Imposible sacar las moscas del pañal de hermanito. Por suerte llega mamá, despeinada, y me señala la puerta de casa para que entre.
Papá me infló las ruedas de la bici y salí a pasear por la cuadra. Primero iba de esquina a esquina y después empecé a dar la vuelta de manzana.
Cuando la llanta se pincha hace frzzzzzz, frzzzzzz.
La hija de Don Emanuel me llama gritando y me pregunta qué ando haciendo, si no quiero ir con ella y su bebito a la playa. Mamá dice que sí, que vaya pero creo que está celosa de la hija de Don Emanuel.
La hija de Don Emanuel maneja rápido y mientras lo hace, canta en voz alta: Te hallaré en mí/ Como un jarrón/ Lago de forma mía/ Más que un suspiro es una fiebre helada/ Al volver.
En los semáforos, algunos se la quedan mirando y le gritan loca o puta o malas palabras. Cuando doblamos por la Costa voy mirando del lado del agua, sé mirar bien la vida.
Antes de salir del auto, la hija de Don Emanuel me saca la remera y me pasa una crema blanca por todo el cuerpo. Mientras le pasa la misma crema al bebito me dice que no me aleje de su vista y que siempre que vaya al agua le avise antes a ella.
La playa está llena de gente y pasan hombres vestidos de blanco vendiendo helados y anteojos para el sol.
La hija de Don Emanuel abre la sombrilla y un hombre le pregunta si quiere que se la clave. Puedo sola, contesta. Después me mira y me dice: Eso es un baboso. Cuando la sombrilla ya está firme se saca el pantalón y la remera. Yo veo como todos los hombres la miran y los imito. ¿Qué pasa Agustín, te hipnoticé?, me pregunta, riéndose. No sé, le respondo yo y ella me pellizca el cachete.
El bebito duerme en una canasta y yo recién vuelvo del mar. Una ola me tiró y tengo una herida naranja en la rodilla. La hija de Don Emanuel me pregunta cómo la estoy pasando.
-La estoy pasando muy bien, gracias por traerme a la playa.
La hija de Don Emanuel está acostada boca abajo, se desabrocha el corpiño y me dice que ahora yo le pase la crema a ella. La piel de la hija de Don Emanuel es suave y en algunas partes hay más carne y en otras partes sólo hay huesos. Los hombres de alrededor miran todo el cuerpo de la hija de Emanuel, desde la nuca a los pies. Deben estar hipnotizados.
-¿Y?- me pregunta, cuando ya terminé de pasarle la crema-, ¿tengo buen cutis?
Yo me refriego las manos porque se me están pegando pedazos de arena a los restos de la crema blanca. No sé exactamente qué será el cutis pero seguro que la hija de Don Emanuel lo tiene bueno.
La hija de Don Emanuel fuma y un señor le pide fuego.
-¿Cuántos años tenés?
-21.
-¿Y estos dos críos son tuyos?
-El grande no, el chiquito sí.
El señor prende su cigarrillo con la punta del de la hija de Don Emanuel.
-¿Tenés novio?
La hija de Don Emanuel no contesta y como el señor le mira el cuerpo de arriba abajo le pide que se vaya.
Qué mala onda, dice el señor. La hija de Don Emanuel me mira a los ojos y dice: Un pesado, vos seguro que no vas a ser así, tenés 8 años pero sos todo un caballero.
Los hombres de pies grandes caminan y, a su paso, llenan todo de arena. ¡Uno tiene el pie tan largo y fino que su novia le dice que parece una pata de rana! Un nene rubio me presta una pala y cerca de la orilla empezamos a cavar.
-Si cavamos bien podemos irnos a la China- dice el nene rubio.
-Yo no quiero irme a la China.
-¿Ni siquiera te irías conmigo que te presté la pala?
Después de cavar un rato largo, el nene rubio comprendió que nunca iba a poder llegar a la China. Se entristeció, pero de a poco pudimos ver como brotaba agua del agujero que nosotros mismos habíamos hecho. Cavamos más. Cuando el agua nos llegó a las rodillas, nos metimos los dos juntos. Los demás nenes nos miraban con mucha envidia y las nenas nos aplaudían.
Cuando ya empieza a hacer un poco de fresco, la hija de Don Emanuel se levanta y me dice que nos tenemos que ir.
En la vuelta, la hija de Don Emanuel para en una panadería y compra un montón de facturas. Con la boca llena, me mira a mí y canta, muy divertida: Hace mucho tiempo había un maquinista/ De locomotora vieja y duradora/ Y se calentó y se transformó en/ El mono tremendo/ El mono tremendo se viste ¿con qué?/ Con piel/ De búfalo asado.
Creo que estoy enamorado de la hija de Don Emanuel y que este amor es como los de las novelas que mira mamá: Prohibido.
Es de noche ya, estamos esperando que papá llegue cuando escucho que alguien pica una pelota. ¿Quién será?
-Mamá, ¿a los hijos de Caty les compraron una pelota nueva?
Mamá no responde y se ríe. De repente, a través de las cortinas de la puerta, entra picando una pelota nueva. Atrás viene papá y me dice que la agarre, que la consiguió justo para nosotros.
-Fijate los colores.
Yo la miro y veo que los gajos son blancos y rojos y tienen el escudo de River Plate.
Los grillos están cantando a todo lo que da, papá dice que son los murmullos de la hinchada que está esperando el partido que nosotros dos vamos a jugar
-¿Vamos a jugar ahora, de noche?
-¿Qué?, ¿no querés?
-Si, sí que quiero.
Papá y yo jugamos hasta tarde en el patio. Mamá, con hermanito en brazos, se reía a las carcajadas. Parecés un nene, le decía a mi papá. Con la humedad del pasto, los gajos nuevos brillaban mientras la pelota rodaba en la noche…
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Una canción
ELEMENTALES LECHES

A excepción de ese elocuente estribillo que se repite cual mantra hindú (Lo que está y no se usa nos fulminará), no tengo la más mínima idea sobre el significado concreto de la letra de mi canción favorita: “Elementales leches”, de Invisible (Luis Alberto Spinetta). Sé, sin dudas, que es superior a “Cantata de puentes amarillos”, a “Para ir”, a “Dale gracias”, todos temas del mismo autor que colocaría en la cumbre de la música argentina, si esta última existiera. Incluso, hasta hace poco, me confundía partes de la letra: donde dice “La totalidad de tu cuerpo eterno no es maldita”, yo cantaba “no es maligna”, donde dice “Curvas del aire son/ puertas del blanco barco lento/ de las horas, desvelo”, yo cantaba “…barco lento de las horas del reloj”. Así y todo me seguía gustando. Aunque parezca increíble, “Elementales leches”, un tema que ya muchos cráneos del rock argentino quisieran apenas advertir en medio del farragoso pantano de sus escuálidos cerebros, fue uno de los simples que antecedió al primer disco de Invisible, junto a otras maravillas: los metafísicos sonidos heavys de “Los que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula el mundo” y “Llave del mandala”. Más tarde aparecería otro simple extraordinario: “Viejos ratones del tiempo”. En 1975, según rezan los libros de historia del rock, se prohibió la tapa del disco Durazno Sangrando (por poseer una figura semejante a una vagina) como así también los temas “Me gusta ese tajo” y “Elementales leches”, probablemente porque los harto reprimidos censores interpretaron las “leches” en su acepción de amamantamiento o en la cual tal término equivale a hablar de semen. Esta explicación (aún legítima, sirve para comprender la perversidad de quienes dicen defender la moral) fue plasmada por el dibujante Miguel Rep en un número de la revista La Mano: en la imagen se observaba a un hombre y una mujer chorreando leche por sus “elementales partes”, con el nombre del tema a modo de título. En Martropía, el libro de Juan Carlos Diez, Spinetta dice: “En Rosario, para un concierto de Invisible, nos prohibieron el afiche de Durazno porque decía que era una vagina sangrando. ¡Qué imbéciles! Y también nos prohibieron el tema “Elementales leches”. Y no mucho más. Es factible que ni el por qué de la censura ni el significado puro de la canción se sepan. Por otro lado, “Elementales leches”, intrínsicamente inexplicable, todavía conserva el necesario halo subversivo que la vuelve irresistible: es atemporal y pertenece a una época en la que el rock todavía producía ruido y furia en las mentes. Personalmente creo que contiene “la cifra”, el pase mágico e indecible de lo que debe ser un tema de rock. A pesar de su dificultad, puede ser entendida como una canción pop, con la voz al frente, las guitarras conformando una melodía redonda y una letra compleja que, de todos modos, se puede memorizar. Cada tanto invento una interpretación posible para su lírica. Más tarde vuelvo a cambiarla. Y así eternamente hasta que la letra se convierte en la esfera tornasolada que Carlos Argentino Daneri guarda en la casa de la calle Garay y habla de todo: las energías que se desperdician, el pecado original, “las puertas de la percepción” de Huxley, Jung, las alucinaciones psicodélicas del LSD, el budismo zen, el erotismo y una larga lista de etcéteras. Como Borges dice de los libros clásicos en “Otras inquisiciones”, yo suelo escuchar “Elementales leches” urgido por diversas razones, con previo fervor y misteriosa lealtad. Para finalizar, un pequeño detalle que pretenderá exhortar a los desganados: nadie, luego de oírla, es indiferente a “Elementales leches”. Sayonara.

Elementales leches- Invisible

Curvas del aire son
puertas del blanco barco lento
de las horas, desvelo.
Hijos, amigos, muerden
aquellas hojas de sus pies
y elementales leches.

Lo que está y no se usa
nos fulminará.
Lo que está y no se usa
nos fulminará.

Siempre despacio sueñan
las humaredas que descansan
en la luna calma.
Hijos, amigos, vengan,
Suyo es el fruto
que olvidaron en el árbol.
Miedo.

Lo que está y no se usa
nos fulminará.
Lo que está y no se usa
nos fulminará.

La totalidad de tu cuerpo eterno
no es maldita.
La semilla crece
donde el sol la deposita.
Y bien,
los vientos en retorno
son sangres marginales
y cuerpos en colores.

Hijos, amigos, vengan,
suyo es el fruto
que olvidaron en el árbol.
Miedo.
Hijos, amigos, muerden
aquellas hojas de sus pies
y elementales leches.

jueves, 1 de mayo de 2008

PREVISIBLE DERROTA ANTE SAN TINELLI

Antes de empezar aclaro que perdí la objetividad. En la fría noche del miércoles, River Plate, tristemente, salió a la cancha con un sistema y una actitud harto defensivos: a los cuatro defensores, se les sumaron otros cuatro volantes en línea, sin ningún enganche o delantero habilidoso que genere juego (Falcao es un jugador excepcional pero tampoco podría calzarse la 10 en la espalda; Abreu…es Abreu). Encima, Abelairas y Ahumada tuvieron un partido olvidable (Archubi es Archubi; Ahumanda se hizo uno con el humo). Así y todo, el primer tiempo inclinó la balanza a favor de la idea “simeónica” del fútbol (no tan alejada de ese culto al centro en que se convirtió el San Tinelli de Don Ramón): concentración defensiva, rapidez para salir de contraataque y plegarias para que alguien cabecee la bocha entre los 3 palos. A punto estuvo de embocarla Abreu, que le pegó con el diario muy cerca del arco y por arriba se fue un tiro del galán colombiano. San Tinelli, en tanto, no hacía valer la localía, llegaba con algunos remates desde afuera del área y comenzaba a exasperarse. Yo no entiendo contra quién están enojados los jugadores y el técnico de San Tinelli: Orión siempre quiere cagar a piñas a alguien (si es Falcao mejor, que encima lo tiene de hijo), Ramón Díaz está ofendido desde hace un tiempo porque se convenció de que él inventó el fútbol y la gente no se lo reconoce, Silvera es una máquina de insultar rivales, lo mismo Bergessio y ni hablar de “Dalesanlo” (quien poco a poco, debido a su obsesión por comprarse a la hinchada cuerva, comienza a ser odiado por la parcialidad riverplatense). ¿De qué se quejan?: desde hace un tiempo pueden incorporar al jugador que desean e históricamente son uno de los clubes más importantes de Argentina (después de River, Boca, Independiente, Vélez, Racing, Estudiantes y Argentinos Juniors). Sin embargo, el fútbol, reza un refrán, no sabe de merecimientos, y el primer gol fue para el lado de Boedo: luego de una escapada por el costado izquierdo riverplatense (Archubi y Villagra tuvieron un partido digno del mejor relato de Edgar Allan Poe), el clon de Alejandro Dolina la clavó ante la típica mirada de suficiencia de Carrizo. La alegría en el Nuevo Gasómetro duró poquísimo, Ferrari y Augusto Fernández realizaron una jugada magistral y, cuándo no, Falcao se elevó en el aire y la mandó a la red. Se lo merecían: el trío Ferrari-Augusto-Falcao tuvo un primer tiempo maravilloso. Por momentos (¡Dios me libre, es decir, mezcla de Walt Whitman y Francescoli me libre!) River pareció una de esas selecciones europeas repletas de correcaminos que se escapan por los laterales como si en eso se les fuera la vida. Pero a diferencia de esos lungos escandinavos que no se cansan nunca, River (que viene y debe afrontar una seguidilla de partidos que harían palidecer al propio “Hombre que nunca empalidece”) perdió energías en el complemento. Sin fuerza para pasar la mitad de la extensa cancha y con el planteo defensivo ultra explicitado, el equipo de Simeone se fue quedando y de a ratos pareció más perdido que Ronnie Arias en Mañanas Informales. San Tinelli tampoco hizo demasiado, avanzó por inercia y a poco del final, Baldassi cobró un penal (en realidad fueron 10 en la misma jugada) que Adrián Gonzáles (un jugador que ya me gustaría tener en mi equipo) cambió por gol. Simeone había intentado dar “volumen de juego” desarmando el mediocampo e ingresando habilidosos como El niño de cobre, El niño Maravilla y El Viejo Burro pero no funcionó o lo hizo muy tarde o los tres jugadores en cuestión no estuvieron en su mejor tarde noche (tanto es así que el chileno cometió el penal). Al terminar el encuentro, Mariano Closs afirmó que San Lorenzo estaba “imparable”, un despropósito inaudito si tenemos en cuenta que el equipo jugó mal, el gol de visitante vale doble y la victoria se definió con un penal sobre la hora. Al mismo tiempo, todos los periodistas no dejaron de afirmar que el resultado de Boca ante Cruzeiro, el mismo que logró San Tinelli, comprometía al equipo de Ischia. Y claro, Ischia no es Ramón Díaz, no es mediático ni se la da de ingenioso… Como todo lo que dice Charly García es “lúcido” y el único calificativo para las acciones de Cristina Kirchner es “soberbio”, el periodismo está acostumbrado a calificar en forma desmesurada cualquier éxito de Ramón Díaz. “Ramón siempre sorprende”; “Ramón siempre se sale con la suya” se suele decir. Cualquier tartamudeo pseudo-gracioso del riojano menemista (y acusado de manejos turbios con sus jugadores) es genial. De ser un pajuerano que creía que Moreno y Fabianesi eran dos tipos distintos pasó a vestirse como Don Johnson y hacer morisquetas serias durante los partidos a sabiendas de la presencia “orwelliana” de las cámaras. Acostumbrado a que lo idolatren, se enojó con los periodistas por algunas críticas y en un triunfo agónico contra…Real Potosí grito: “¡Me van a tener que matar, me van a tener que matar!”, como si fuera un revolucionario reprimido. Obviamente, Ramón se la re cree. Y por eso, sólo por eso, el equipo del nervioso Simeone le va a pintar la cara en el Monumental. Abrazo de gol.

PD: Simeone: esta vez estoy de tu parte, no me falles.